14.10.13

RELATOS DE ESPACIOS

Michel de Certeau

Dos puntos y cinco letras. Acción para el Museo de Bellas Artes de Castellón. Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón, 1999. Fotografía de Luis Asín. 
Metáforas

En la Atenas contemporánea, el transporte público se llama metaphorai. Para ir al trabajo o volver a casa, se toma una “metáfora”, un autobús o un tren. Los relatos podrían también adoptar este nombre evocador: cada día, atraviesan y organizan los lugares, los seleccionan y los reúnen, hacen de ellos frases e itinerarios. Son recorridos de espacios.

Desde este punto de vista, las estructuras narrativas tienen el valor de sintaxis espaciales. Con toda una panoplia de códigos, de conductas ordenadas y de controles, regulan los cambios de espacio (o las circulaciones) efectuadas por los relatos bajo la forma de lugares alineados en serie o entrelazados: de aquí (París), vamos  allí (Montargis); este lugar (una habitación) contiene otro (un sueño o un recuerdo) etc. Aún más, representados en descripciones o bien escenificados por actores (un extranjero, un ciudadano, un fantasma), estos lugares se encuentran enlazados unos con otros de manera más o menos estrecha o fácil por “modalidades” que especifican el tipo de pasaje que conduce del uno al otro: el tránsito puede consistir en una modalidad “epistémica”, relativa al conocimiento (por ejemplo: “es incierto que aquí sea la Place de la République”) o “alética”, relativa a la existencia (por ejemplo: “el país de Jauja es una estación término improbable”; o “deóntica”, relativa a la obligación, por ejemplo: a partir de aquí, debe cruzar hasta allí”)… Entre muchos otros, estos ejemplos esbozan tan sólo con qué sutil complejidad los relatos, cotidianos o literarios, son nuestro transporte público, nuestras metaphorai.

Todo relato es el relato de un viaje, una práctica del espacio. Así, concierne a las tácticas cotidianas, es una parte de ellas, desde el abecedario de la indicación espacial (“a la derecha”, “gire a la izquierda”), inicio de un relato en el que los pasos escriben lo que sigue, a las “noticias” diarias (“Adivina a quién me he encontrado en la panadería”), al “diario” televisado: (“Teherán: Homeini cada vez más aislado…”), a las leyendas (las cenicientas en las chozas) y a los relatos contados (recuerdos y narraciones de países extranjeros o de pasados más o menos lejanos). Estas aventuras narradas, que simultáneamente producen geografías de acciones y derivan hacia los lugares comunes de un orden, no constituyen tan sólo un “suplemento” de los enunciados peatonales y de la retórica caminatoria. No se contentan con desplazarlos y trasladarlos al campo del lenguaje. De hecho, organizan el movimiento. Hacen el viaje, antes, o mientras los pies lo ejecutan. 

Espacios y lugares

Como punto de partida hago una distinción, entre espacio y lugar, que delimitará un campo. Un lugar es el orden (el que sea) a partir del cual unos elementos se distribuyen según una relación de coexistencia. Se excluye, pues, la posibilidad de que dos cosas se encuentren en el mismo lugar. La ley de lo “propio” impera: los elementos considerados están unos al lado de otros, cada uno situado en un lugar “propio” y distinto que él mismo define. Un lugar es entonces una configuración instantánea de posiciones. Implica una indicación de estabilidad.

Existe el espacio a partir de la toma en consideración de vectores de dirección, de cantidades de velocidad y de la variable tiempo. El espacio es un cruce de móviles. Se halla en cierta manera animado por el conjunto de movimientos que en él se despliegan. El espacio es el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo circunstancian, lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas conflictivos o de proximidades contractuales. En relación al lugar, el espacio es lo que deviene la palabra cuando se dice, o sea cuando es tomada en la ambigüedad de un efectuarse, transformada en un término dependiente de múltiples convenciones, situado como el acto de un presente (o de un tiempo), y modificado por las transformaciones debidas a proximidades sucesivas. A diferencia del lugar, no se dan entonces ni la univocidad ni la estabilidad de un “propio”.

En suma, el espacio es un lugar practicado. Así, la calle geométricamente definida por el urbanismo es transformada en espacio por los paseantes. De la misma forma, la lectura es el espacio producido por la práctica del lugar que constituye un sistema de signos; un escrito.

No hay comentarios :

Publicar un comentario