22.1.14

BUSCAR

María F. Carrascal Pérez

Cubierta de la Clocktower Gallery. María F. Carrascal Pérez. Octubre, 2013.










El veintitrés de noviembre de este año 2013 fue la clausura de la Clocktower Gallery, el ultimo superviviente de los denominados espacios alternativos para el arte creados en la década de los setenta en el Bajo Manhattan. La forma en la que accedimos a esta galería es un buen ejemplo de la condición anónima de estos espacios: entramos por una puerta sin nombre en un edificio de oficinas de la Calle Leonard, subimos a la planta doceava donde una escalera conducía a un pasillo con puertas a pequeños estudios, encontramos la sala principal al fondo y, sobre ella, otra habitación que sustentaba el mecanismo del reloj y daba acceso a la cubierta.

La Torre del Reloj fue fundada por Alana Heiss en 1973, como una de las sedes del Institute for Art and Urban Resources (IAUR) que se crearía dos años antes. Su programa Workspace tenía como objetivo utilizar espacios urbanos en desuso como lugares temporales para artistas. Este proyecto se inició en un contexto particular de crisis y parálisis en la construcción de la ciudad, mientras que la sobrepoblación de artistas existente en Nueva York demandaba nuevos lugares de vida y trabajo. Esta situación impulsó otras alternativas a los espacios habituales. Los artistas, fuera de las galerías, exploraron la ciudad iniciando esta singular invasión de sus espacios inertes. Manhattan se convirtió en materia para sus creaciones, reinterpretada y manipulada como una gran escultura de roca y ladrillo. La idea en la que se basó esta organización de arte y espacio urbano, se originó en una exposición colectiva bajo el Puente de Brooklyn en 1971. Heiss invitó a ciertos artistas de la comunidad del Soho, como Jeffry Lew, Gordon Matta-Clark, Sol Lewitt o Tina Girouard, a realizar instalaciones y performances para desvelar el potencial de esa zona con la celebración del aniversario del puente. En el Brooklyn Bridge Event, el público pudo balancearse sobre el East River, escalar el puente o construir una casa debajo de él. Tras este acontecimiento, Heiss, que conocía las precarias circunstancias de sus compañeros artistas y el estado de obsolescencia urbana de la ciudad, debido a su trabajo en la Municipal Art Society, decidió comenzar una búsqueda que conectaría estas dos realidades. El primer espacio encontrado fue el número 10 de la Calle Bleecker, un edificio industrial próximo al Soho donde Richar Nonas realizó su primera exposición en solitario.  Otro espacio fue el número 22 de la Calle Reade, la Idea Warehouse destinada a la performance. El 80th Police Precinct en Brooklyn fue una comisaría donde una parte de ella se dedicó a actividades artísticas. Otros proyectos buscaban lugares temporales en calles y plazas. New Urban Landscape se realizó entre 1975 y 1977 en diferentes localizaciones de la ciudad. Las acciones tenían su propia edición en una serie de periódicos, en los cuales podemos ver como Peter Taylor Barton redibujaba el perfil de Nueva York con sus manos o Max Neuhaus realizaba instalaciones sonoras imperceptibles debajo de infraestructuras. El último espacio adquirido por el IAUR fue el Public School Nº1, un colegio abandonado en Queens desde 1963. EL PS1 se inauguró con la exposición Rooms en 1976 donde más de setenta artistas utilizarían el colegio y sus alrededores para sus intervenciones (cronología basada en la documentación del MoMA PS1 Archive Queens, Nueva York). En 1984 se publicó la primera y última guía urbana donde se proponían espacios posibles para la actividad artística en los cinco distritos de Nueva York: Spacesearch (Spacesearch. A Guide for Cultural facilities in New York City. The Cultural Assitance Center. Inc. Nueva York, 1984), en cuyo comité de asesoramiento estaba Alanna Heiss. La guía contemplaba todos los lugares posibles de la escultura urbana: auditorios y teatros, jardines, gimnasios, zoológicos, bibliotecas, tiendas, lofts, cines, calles…

En el día de la clausura de la Torre del Reloj, la obra sobre las paredes de la galería pertenecía a Dale Henry, uno de los artistas que tuvo su estudio allí en 1975 y que participó en la exposición Rooms. Henry, en una carta antes de morir, había pedido a Alanna Heiss que su última exposición fuera en ese espacio y bajo su comisariado. Su obra no podía ser vendida o comercializada, era para el público. Si ella no podía aceptar el compromiso, pedía que su obra fuera destruida (Dale Henry, The Artist Who Left New York; Carta y documentación expuesta en la exposición Dale Henry, The Artists Who Left New York. October 29, 2013 - November 23, 2013. Clocktower Gallery, Nueva York). Esta singular despedida terminaría uniéndose a la celebración de la clausura del propio espacio. Tras una cesión de cuarenta años, el ayuntamiento lo había vendido a un promotor de apartamentos de lujo, un final habitual para esta parte de la ciudad. En este contexto, muchos artistas fueron a rendir homenaje al lugar. Entre los que pudimos reconocer estaba Robert Janz, repartiendo tímidamente anuncios de su nueva obra. A sus ochenta años, Janz, que ha trabajado con Heiss en muchas ocasiones, sigue escribiendo sobre las calles que rodean la galería.

La Torre ha dejado de arrojar luz sobre la isla y el reloj marca ahora otros tiempos, sin embargo, la búsqueda a la que perteneció este espacio inició una reflexión sobre arte y ciudad que continua en la actualidad en otros distritos, como Brooklyn o Queens. Buscar sobre este territorio fue, en sí mismo, un acto de creación a través de la selección de vacíos, temporales o permanentes. “Las instalaciones (artísticas) deben vaciar habitaciones, no llenarlas” (“What is a museum? (1967). A Dialogue between Allan Kaprow and Robert Smithson”. Robert Smithson: The Collected Writings. P. 43. Ed. Jack Flam. University of California Press. Berkeley, 1996), de modo que las posibilidades en ellas se multipliquen. Examinar o investigar el lugar permitió el encuentro con lo fortuito y lo imperceptible. El artista, con una mirada duchampiana sobre la ciudad, descubrió y dio valor a ese negativo urbano. Reconoció en la ausencia, en lo desocupado, un lugar flexible para su ficción, adelantándose en revelar otra formula para la rehabilitación de la ciudad futura.


No hay comentarios :

Publicar un comentario