Santiago de Molina
No
es sencillo explicar el arte contemporáneo sin hablar del collage. Y no
obstante ese concepto apenas se ha empleado para definir un proceso cercano a
la arquitectura.
Collage con obras de Mies, Gropius y Meyer de 1924. Imagen Continental foto, Reuter y Schulte, Mies and modern living, Alemania, Hatje Cantz, 2008, p.229
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El
collage como hoy lo entendemos, es un invento de Picasso de principios del año
1912. Aborda una serie de construcciones por medio de materiales frágiles e
insólitos: alambres, cartón, chapa, papel, arena, cuerdas, trozos de madera,
estaño, clavos, e incluso envolturas de paquetes de tabaco... A partir de aquel
momento, la proliferación de esta técnica se hizo extensiva a todos los ámbitos
creativos. El arte comenzó a desfigurar sus límites y se convirtieron en
nebulosos los contornos disciplinares. Con el collage, ¿Qué era pintura y qué
escultura?.
El
collage trabajaba con un material totalmente novedoso: trastos, sobras, basura,
es decir, todo lo desechado. Incluso exigía a un autor con nuevas
características y con una predisposición diferente ante la obra. El bricoleur, –que será el autor de estas faenas para Levi-Strauss–, ya no pinta, es decir,
no recurre al pigmento oleoso sobre una superficie, sino que emplea el
pegamento para mantener unidos sus “cuadros”. De modo que la mentalidad del
artista se ve obligada a experimentar con formas de trabajo que sitúan en otro
nivel el hecho creativo.
Ahora
bien, si Picasso es el inventor del collage moderno tal vez sea Kurt Schwitters
quien mejor permite distinguir el verdadero salto del collage a la arquitectura
contemporánea. El gran invento de Schwitters es el Merz. Su proyecto más
importante y ambicioso fue el Merzbau. En el estudio de su casa de Hannover,
desde una columna hecha de fragmentos estableció un collage en expansión
constante. A partir de la diseminación, esta obra fue creciendo fuera del
estudio llegando a invadir otras habitaciones de la casa. Un collage que llegó
a ser completamente atípico ya que cada inclusión de nuevos elementos requería
la reorganización de los demás, y hacía de éste un mecanismo maquinal, vivo,
perpetuamente incompleto. Un verdadero flujo de objetos itinerantes, que
elevaba a la naturaleza de ley una necesidad interna. El Merzbau participaba de
una dinámica ambigua entre la escultura y la arquitectura especialmente
interesante.
La
obra de Schwitters nos permite distinguir dos etapas claramente diferenciadas
en el collage, que pueden ser llamadas de colecionismo y de reciclaje. El
instante coleccionista, encuentra paradigmático el ready made de Marcel
Duchamp. “El ready made,(...) es el caso límite –por elemental– de la máquina.
Es la máquina de pieza única, el collage de si mismo”.
La
reordenación de los objetos coleccionados culmina en el reciclaje. Como tocados
por un espíritu benigno, un aire nuevo les es dado y pasan, de ser objetos
puestos fuera de uso, desperdicios, a gozar de una nueva y maravillosa
existencia.
De
la tensión entre una colección, siempre incompleta, y la reutilización de sus
objetos, brota toda la arquitectura collage. Desde este enfoque es
posible entender tanto lo que significa el espíritu de la posmodernidad con su
juego de citas y referencias, como los trabajos de Rem Koolhaas, Lubetkin,
Aalto o Le Corbusier.
Una
vez puesto el foco en un modo de hacer que trabaja en el mundo de la
pos-producción de objetos y formas antes que en la fabricación ansiosa de novedades,
es difícil dejar de lado una estrategia como la del collage.
Estrategia impura por antonomasia, pero terriblemente optimista. Tal vez la única manera que queda a un mundo anciano para decir algo nuevo.
Estrategia impura por antonomasia, pero terriblemente optimista. Tal vez la única manera que queda a un mundo anciano para decir algo nuevo.
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