Miradas e intervenciones urbanas desde el arte y la arquitectura
En 1968 el artista norteamericano John
Baldessari establecía sus Términos
más utilizados para definir trabajos creativos en el arte,
plasmando con pintura acrílica sobre un lienzo las que, según él, eran las
palabras capaces de explicar esta práctica en el siglo XX. En realidad él no
las pensó, ni siquiera las pintó, se limitó a buscar en libros de arte cuáles
eran las acciones más repetidas y, a continuación, se las dictó a un cartelista
que fijó en la tela aquellos verbos, como una versión alternativa de la
historia del arte; pura acción, acaso la única certeza que el arte había
producido en el devenir de ese siglo.
La arquitectura podría ser sintetizada de un
modo parecido, a través de las acciones que convoca, más allá de intenciones o
retóricas. Un proyecto de arquitectura puede enunciarse como un catálogo de
verbos, sucesión de actuaciones establecidas en un lugar concreto que
desencadena otra serie de actos por parte de los habitantes; una suerte de ley
de Newton actualizada por la que las acciones desplegadas por la arquitectura
conllevan reacciones ciudadanas.
Casi a la vez que Baldessari conjugaba su
acopio de términos, otro artista, Richard Serra, publicaba una lista de
infinitivos que precisaba la relación de acciones que se pueden aplicar a la
materia, un manual para un escultor, o cualquier creador, de aquello que puede
llegar a hacer; en el centenar de acciones de Serra se condensa la práctica
escultórica de la humanidad, la que fue y también la que pudiera llegar a ser.
El comienzo de un proyecto de arquitectura en la ciudad también podría
sintetizarse en la simiente de un glosario de expresiones que indicasen
diversos modos de proceder, apilar,
sustraer, plegar..., que se enraizaran o ramificaran luego en
nuestras calles; todo proyecto es una metamorfosis de la materia.
En la misma fecha que Baldessari, otro
artista contemporáneo, Carl André, realizaba un ejercicio parecido, Palabras para mi
trabajo, una sucesión sustantiva que explicaba su obra: se
trataba de una personalización subjetiva, y por tanto un enriquecimiento
complementario de la frialdad intelectual que podría achacarse a la potencia
conceptual de la cuestación de Baldessari. Entre estas listas nos movemos
todos, artistas, arquitectos, y en definitiva, habitantes de la ciudad,
escenario palpitante que transformamos con nuestras miradas, pensamientos, y
acciones comunes.
Proyectar la arquitectura de la ciudad, suma
de múltiples acciones, requiere de una taxonomía operativa de funciones:
algunas podrían referirse a los reacciones que genera la arquitectura al entrar
en contacto con el medio, como en el inventario de Baldessari, otras a la
transformación que causa en la materia, reciprocidad de nuestras ideas, al
igual que en el catálogo de Serra, y otras, como en la lista de André, a
nuestra implicación vivencial y comprometida, todo artista desea estar siempre
a los dos lados de una línea inexistente, creando y al mismo tiempo, viviendo.
Y así pasamos del pensamiento a la acción. Por ello, este conjunto de acciones
se entrelaza con las maneras de ocupar el espacio o relacionarse con el nivel
que ocupa el ser humano, como aquel otro listado que redactase en 1991 el
arquitecto Steven Holl, en el que a partir de las posiciones básicas de un
volumen respecto al plano terrestre, establecía múltiples derivadas que
demostraban que la arquitectura es una suma de acciones diversas y complejas en
relación con la tierra y el cielo.
En el espacio de todos, el modo en el que
vivimos se transforma cada día en función del uso que hacemos de él, en
palabras de Walter Benjamin: “en estos espacios construcción y acción se
compenetran, ninguna situación pareciera intentar ser para siempre, ninguna
forma declara de
este modo y no de otro”. Desde la mirada a nuestro espacio
común,, quisiéramos proclamar la fructífera convergencia de la práctica
artística y arquitectónica, y definir ambas en continuidad como una acumulación
de acciones colectivas en un lugar. Artistas, arquitectos, ciudadanos, estamos
interesados en el entendimiento de la ciudad como una acumulación de hechos y
vivencias, Acciones
Comunes que dan sentido al espacio público y de las que todos los
interesados podemos aprender estrategias de reflexión y acción para
transformarlo y mejorarlo.
En el espacio público es donde resulta más
patente la continuidad consustancial de la práctica artística y arquitectónica,
interpretadas éstas como una acumulación de acciones definidas en un proyecto;
a partir de aquí, el uso del espacio por parte de los ciudadanos completará la
lista de términos. Es ésta la enumeración definitiva de acciones que incumben a
la ciudad, aquella que recoge las distintas formas que tenemos de vivir el
espacio y donde podemos identificar actuaciones que alteran el entorno urbano,
como usos de materiales alternativos, ocupación de lugares insospechados,
transformación del espacio mediante habitabilidades blandas o clasificaciones
del suelo alternativas al planeamiento hegemónico.
Esta primera edición del curso acerca de las
relaciones entre arte y arquitectura proponemos una rayuela, de filiación
artística, y a la vez, propositiva y estratégica, la confección de diversas
listas de acciones, definidas por los directores y el resto de ponentes e invitados
(arquitectos, artistas, escritores, de sensibilidad contemporánea y urbana, y
de gran relevancia en los ámbitos académicos, creativos e intelectuales)
encauzada a través del conjunto de lecciones y debates, y también agregadas por
los alumnos participantes a través de sus investigaciones en torno a la ciudad
de Sevilla. A partir de ellas se producirá un conocimiento teórico y sobre todo
aplicado, que deje como huella un catálogo difundible de acciones de
transformación de nuestra ciudad, un glosario de Acciones Comunes a
partir del cual ofrecer una posible lectura, y escritura, de la arquitectura y
el espacio público en Sevilla.
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