Serrano + Baquero
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33 vidrios desplazados. Montaje del estudio Serrano + Baquero. |
’Crear ya no es realizar obras de
emperadores sino arrojar algo de luz sobre la oprimente y obsesiva confusión
del mundo’.
Williams Carlos Williams, poeta y pediatra del artista Robert Smithson.
Todo proyecto de arquitectura,
independientemente de su entidad o escala, supone una magnifica herramienta
para ampliar nuestro conocimiento del entorno. La atención que prestemos a las
situaciones que nos rodean y que rodean a cada escenario se convierte en vital
a la hora de obtener las claves necesarias para realizar una acción en
continuidad con lo encontrado. Tal vez no siempre sea de esta manera, pero la
arquitectura ha de centrar la mirada en lo existente antes de intervenir, ya
que antes de añadir algo nuevo puede ser conveniente trasladar, dar la vuelta o
transformar lo que allí había, siendo en algunas ocasiones estas acciones
suficientes para resolver el proyecto.
Hace poco más de un año nos
contactaron para ayudar en la gestión del desmantelamiento de un local. El
arrendatario tenía dos centros de formación en Granada y había decidido dejar uno
de ellos y darle uso al sótano del que conservaba, instalando una serie de
tabiques de cartón-yeso para delimitar nuevas aulas.
El propietario del local había
solicitado que lo dejaran tal y como lo habían recibido diez años antes, de
forma que tenían deshacerse de todo lo que había en su interior. Allí encontramos
34 vidrios que iban a ser desechados, mientras que para la construcción de las
aulas en el sótano del otro centro estaban comprando nuevos materiales.
Convencimos al cliente de que
parara la obra, devolviera el cartón-yeso que aún no había usado y re-utilizara
el material con el que años antes había hecho sus aulas, disponible en el
derribo de la sede a cerrar. Comenzamos a desmantelar la primera academia, desmontando
los 34 vidrios y desplazándolos al centro de destino. Durante el traslado uno
de los vidrios se rompió, el número 18, por lo que la envolvente de las nuevas
aulas tuvo que adaptarse, ya que dependía únicamente del número de vidrios y su
dimensión.
No pretendíamos que el proyecto
fuera únicamente una acción de reciclaje o reutilización de un material, sino
que también lo pusiera en valor proporcionándole una nueva vida. De esta forma,
el vidrio no es ahora solo la envolvente de las aulas sino que también actúa
como pantalla de proyección y como pizarra, resolviendo con esta acción, el
desplazamiento de material, todas las necesidades del cliente.
Durante la obra uno de los socios
decidió que prefería un cerramiento opaco para su despacho, por lo que hubo que desmontar 4 cristales. Pensamos en un uso
alternativo para los mismos, de forma que la obra no produjera ningún residuo y
continuáramos el proceso mediante el cual los objetos no tienen un final
predefinido sino que podemos reformularnos hasta el infinito, dando lugar a
nuevas historias y reconfiguraciones, que además de económica y energéticamente
óptimas, nos resultan de gran interés ya que asumen resonancias de sus vidas
anteriores.
En 2010 ganamos un concurso para
la realización de un parque en Nigüelas, un pueblo cercano a Granada cuya
actividad es principalmente la agrícola. El lugar a intervenir era un antiguo
huerto abandonado junto al ayuntamiento, en la entrada al pueblo, lo que considerábamos
una interesante oportunidad al tratarse de una posición límite entre el mundo
agrícola y el urbano.
El contacto tan directo con las
casas había propiciado que, aparte de la actividad agrícola, en el pasado el
huerto fuera un lugar de juego de niños, paseos y estancia, algo que aún
permanecía en la memoria de muchos habitantes. Procedimos a registrar estos
recuerdos, trazando cuerdas entre una encina centenaria, unos membrillos de
sombra, las acequias de riego o un mirador sobre el valle de Lecrín, tratando
de generar un proyecto en continuidad con lo que allí habíamos encontrado, poniéndolo
en valor.
Pensamos que mediante una única
acción, el desplazamiento de tierra, podíamos dar lugar a dos situaciones
paralelas: un camino enterrado y la recuperación del huerto con esa misma
tierra, a través del trabajo de un aula taller. El proyecto consiste en
definitiva en un paseo a través del huerto recuperado cuyo trazado responde a
las tensiones entre los elementos más significativos para la memoria de los
habitantes.
Durante la realización de este
mismo proyecto se solicitó la disposición de un lugar de sombra en el camino y
surgió así la tercera acción, el desplazamiento de una malla agrícola.
De una obra de acondicionamiento
de una carretera cercana al pueblo había sobrado abundante material utilizado
para la estabilización de los taludes, una malla vegetal. Supimos de este hecho
cuando los empleados del ayuntamiento comenzaron a usar estos excedentes como
red de protección en algunas zanjas. Decidimos entonces desplazar este material
para crear un volumen efímero que tamizara tanto la luz del sol durante el día,
como la luz artificial al anochecer. Como el material se va degradando y
deshilachando propusimos que sirviera de soporte a la vegetación mientras iba
creciendo, desapareciendo a lo largo del tiempo, volviendo a la tierra y
sirviéndole de nutriente.
En las tres ocasiones anteriores
desplazamos distintos elementos encontrados para resolver el proyecto, no por
el mero hecho de la economía de medios, sino porque de esta forma trabajamos en
continuidad con lo preexistente, sirviendo de eslabón entre el pasado y el
presente en cada lugar, haciéndolo legible.
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